Aquel día era el primero festivo del comienzo de un puente que razones familiares y de salud les obligaron a pasarlo en casa sin salir fuera de la ciudad como acostumbraban, aunque al mediodía decidieron salir a dar un paseo hasta la hora de la comida. El olor del otoño avanzado era añejo y seco, y dejaba un aroma en los parques aledaños al río que les recordaba el ambiente de las eras en verano, cuando las parvas se preparaban y las trillas y el heno giraban y giraban y se desplazaban movidas por el viento los machos y las mulas. “No es este un otoño húmedo y fresco al nacer”, dijo él, “parece más bien la prolongación de un verano cansado y mortecino”.

(Continúa pinchando aquí: Basura de Trabajos en curso Cuentos, confesiones y… caídas.)

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